Soledad de ti
dolorosa
tan lejana
fulmina mi letargo, impasible
esta mañana.
Y aunque cubierta de verde, sol y aire
es ciega por el recuerdo del cómo tu boca sabe.
Brisa que trae tu cabellera de rojo y negro
me cobijo entonces creedor, en un falso anhelo
de respirarte hondo hasta perfumar mi sueño
indiferente ante la ingravidez del vuelo.
Pero no es el viento quien mi tristeza sana
tampoco el sol radiante de insipidez matutina
sino tu boca con su calidez arcana
entregada al beso con virginidad prístina.