¿Qué cantos te llaman?
– o qué voces te adivinan –
Cuál será la fórmula no insana
solución a tu ecuación arcana.
Aunque, una idea que hacia mis dedos siento huir,
intentará, en mareadas piruetas, de ti decir …
Desenredarás de esta enjambre citadina
las veredas de la hiel y la resina.
Las sirenas del ensueño, tan divinas;
del yerro y el desenfreno celestinas.
Los escollos cabriolescos y engañosos,
los turgentes frutos más sabrosos.
Los excesos de algunas, que perdidas,
atentarán contra tus tierras consentidas.
De morado y negro esos ogros,
acechando a ellos, tus tesoros.
Serás abrigo en las azarosas tempestinas,
maldades y embrujaciones saturninas,
los golpes de esa suerte dioniciana,
que aguarda a su salida nocturnina.
Los capullitos, prontas flores, que engendraste;
futuros Artemisa y Centauro en contraste.
¿Cosa alguna la mirada te distrae?
tu primigenio juramento de ser madre.
Ahora: única guiadora, juez y parte;
revelación, suspiro, dulzura y estandarte.