Leía las líneas de unos versos
y con palabras trazaba mis delirios
interpretaba un ideario, un descargo de alegría,
y a su vez, me impulsaba el arrebato en tu ausencia,
e incomprensiblemente, aun así, sentía tu calma
percibía como mi alma se extendía, casi tocaba tus dedos,
divagaba,
—la sed que me abrasaba—
y al errar yo más me perdía.
En tanto una voz que parecía sensata,
desde algún fondo me decía,
ella no está, sueña,
que ya mañana a ti vendrá.